Stefano fue un caballero sumamente bondadoso. Siempre andaba con una gran sonrisa, tenía la risa más pegajosa, y daba los mejores abrazos de oso. Stefano siempre estuvo dispuesto a darle la mano a quien lo necesitara, fuesen sus maestros, amigos, familiares o desconocidos.
Creció aprendiendo a amar y a ayudar a los demás, ya fuera haciendo manualidades con deambulantes en un refugio o dándoles comida con su familia en las calles de Puerto Rico; él siempre estaba dispuesto a ayudarlos a mejorar su vida. A Stefano siempre le encantó viajar para conocer más sobre diferentes personas y sus culturas.
En su corta vida, viajó y visitó más lugares de lo que muchos adultos llegan a ver en sus vidas. Fue su pasión por viajar y ayudar a otros lo que lo llevó a decidir mudarse de vuelta a Holanda para terminar sus estudios de escuela superior y universitarios, con la ilusión de luego convertirse en un dignatario y con la esperanza de algún día cambiar el mundo, un corazón a la vez.
Aunque Stefano no fue capaz de regresar a Holanda y cumplir sus sueños, a través de nuestra fundación queremos honrar su legado y ayudar a cambiar el mundo, un corazón a la vez.